En el pasado post, con lo del gorrión y mi nostalgia me dio por mencionar a los carnavales. Esas fiestas tan de toda la vida y que para bien o para mal, forman parte de los recuerdos de nuestra niñez y adolescencia.
Recuerdo que cuando era niña se hacían por La Alameda y yo siempre les pedía a mis padres que me llevaran a ver las carrozas. Me quedaba fascinada con los colores, las luces y los movimientos imposibles de las bailarinas. Eso sin hablar de lo escandalosa de su indumentaria.
Finalmente, un día mi papá llegó diciendo que tenía entradas para el palco. Fuimos para allá corriendo. Pero entre que había que estar temprano y que teníamos que esperar unas cuantas comparsas para las carrozas, mi hermano y yo nos quedamos dormidos. Mis padres no podían creérselo, después de tanto luchar por las dichosas entradas, no pudimos aguantar el mareo de luces, serpentinas y euforia. Nos despertaron para irnos y la verdad, al otro día yo tenía un malhumor tremendo. Pero en fin era sólo una niña con sueño.
Mucho ha llovido desde entonces y los carnavales se han resentido -como todo- de las tantas carencias materiales, la desidia, la falta de organización. Se ha convertido a estas fiestas populares en tristes maquetas turísticas y para el cubano de "a pie" salir a los carnavales viene siendo una "cuasi" tortura aventurera o aventura tortuosa. Todo está en pasar el rato, caminar en pos de alguna música para mover el esqueleto mientras se busca a la protagonista de las noches de Julio: la cerveza fría.
Finalmente, un día mi papá llegó diciendo que tenía entradas para el palco. Fuimos para allá corriendo. Pero entre que había que estar temprano y que teníamos que esperar unas cuantas comparsas para las carrozas, mi hermano y yo nos quedamos dormidos. Mis padres no podían creérselo, después de tanto luchar por las dichosas entradas, no pudimos aguantar el mareo de luces, serpentinas y euforia. Nos despertaron para irnos y la verdad, al otro día yo tenía un malhumor tremendo. Pero en fin era sólo una niña con sueño.
Mucho ha llovido desde entonces y los carnavales se han resentido -como todo- de las tantas carencias materiales, la desidia, la falta de organización. Se ha convertido a estas fiestas populares en tristes maquetas turísticas y para el cubano de "a pie" salir a los carnavales viene siendo una "cuasi" tortura aventurera o aventura tortuosa. Todo está en pasar el rato, caminar en pos de alguna música para mover el esqueleto mientras se busca a la protagonista de las noches de Julio: la cerveza fría.
Así las cosas, para recordar, les pongo algunas fotos:
Carroza
Termos de ¿cerveza?
3 comentarios:
Ay compañera! ¿de dónde sacó esa foto?
su amigo el "combatiente" le manda un beso muy fuelte.
Léalo con acento de oriente.
Las fotos...entre internet y fotos de archivo...
Los muñecones la verdad que impresionaban! Por si fuera poco se corrían leyendas urbanas de que mataban y comían niños....
nice!
toy contigo.
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