viernes, 7 de mayo de 2010

Importante Reflexión

Un amigo colaborador de este blog, me ha enviado un artículo excelente que guarda mucha relación con el tema de mis dos últimos post: Los pequeños negocios en Cuba. Dicho artículo, es una reflexión sobre la ofensiva del 68 durante la cual se socializaron todos los negocios minoristas que hasta ese momento existían o coexistían en Cuba. Está escrito por Guillermo Rodríguez Rivera (escritor y filólogo) y fue publicado en http://www.uneac.org.cu. Como es algo extenso, les hago un breve resumen y los invito a su lectura detallada. Es de señalar que no comparto muchos de los plantamientos expuestos por el autor, sin embargo el tema analizado es de vital importancia para la economía cubana.

“En marzo de 1968, hacía unos buenos siete años que todos los sectores fundamentales de la economía cubana eran manejados por el Estado y nuestro gobierno. Todas las industrias de importancia, todas las grandes fábricas, toda la banca, más del setenta por ciento de todas las tierras del país, los centrales azucareros, la minería, la extracción y refinación del petróleo, todo el comercio de exportación e importación, todas las líneas de carga por camiones, los ferrocarriles, la líneas de autobuses urbanos e interurbanos, los grandes hoteles, las grandes tiendas, los grandes centros de entretenimiento, la prensa, la radio, la televisión, los centros educacionales y de salud y a ello habría que añadirle un largo, casi interminable etcétera, los poseía y los hacía funcionar el Estado cubano.

¿Quedaba algo fuera del aparato estatal? Quedaba, cómo no. Quedaba una impresionante red de pequeños centros de elaboración de innumerables productos, la red del comercio minorista de las ciudades –bodegas, panaderías, carnicerías, puestos de frutas y viandas, pescaderías, fondas, mínimos restaurantes, bares (sólo en La Habana había 880), gasolineras, quincallas, talleres de diversos rubros: de mecánica automotriz, de arreglos de electrodomésticos, poncheras, barberías, peluquerías, heladerías, etcétera, etcétera, etcétera. Todo esto era una suerte de infraestructura de economía popular, que subsistía al amparo de la familia.

Todos estos pequeños negocios fueron “intervenidos”. Se había llegado a unos extremos que jamás habían soñado Marx y Engels: la socialización del puesto de fritas”

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En las calles de Cuba, donde habían aparecido pregones inmortales como “El manisero” o las “Frutas del Caney”, surgió un género insólito que cabría llamar el antipregón. Uno veía a un señor conversando animadamente en una esquina de Centro Habana, y cuando cruzabas a su lado, el tipo bajaba la voz hasta ser casi un susurro y te decía, como quien comunica la contraseña de un espía: “Maní”.

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Obviamente, en el año 2010 es imposible reconstruir lo desmantelado en 1968.
Seguramente ha muerto un importante número entre los que eran entonces medianos y pequeños empresarios o simples trabajadores particulares. Quién sabe cuántos abandonaron el país y cuántos se vieron obligados a encauzar sus vidas de otra manera. Siempre no se puede volver a empezar.
La posibilidad que tenemos no es la de restaurar, porque seguramente, a una buena porción de los que entonces vieron esfumarse sus empresas o talleres, si estuvieran en condición de recibir la oferta, es seguro que les parecería por lo menos irónica.

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Habría que privatizar gradualmente el comercio minorista, hasta que los detallistas posean los comercios que regentean, mantengan los establecimientos y contribuyan asimismo, a partir de sus ganancias, a colaborar con el incremento del presupuesto estatal, el presupuesto de todos. Como organizar estos procesos, debe quedar en manos de nuestros economistas.


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lunes, 3 de mayo de 2010

Ya lo sabía!

Justo ayer conversaba con un amigo que acaba de llegar de Cuba y dentro del interrogatorio habitual sobre mis padres, mis amigos, etc, salío el tema de "la situación del país" y claro, las peluquerías.


Me cuenta que la gente se puso de lo más contenta y enseguida salieron a preguntar como iba a ser la cosa. Da la casualidad que uno de los peluqueros interesados es un conocido que los fines de semana trabaja en su casa y en una peluquería estatal los días de semana. Bueno, para no alargar el cuento, el chico raudo y veloz se encaminó a la ONAT con el objetivo de despejar sus dudas. Resulta que el alquier que le piden según los metros cuadrados de la peluquería(que es bien pequeñita) es de 1000 pesos al mes. Ese dinero viene a ser unos 40 dólares que parece una bobería, pero mi hermana como profesora de la universidad sólo cobra 17/mes, así que hagan cálculos.


Si el estado-papá-gobierno impone esos precios a los alquileres de locales, está muy claro que serán muy pocos los que puedan darse el lujo de mantenerlos. No olvidemos que el champú, el tinte o los suavizantes también deben pagarlo los peluqueros en el mercado de los dólares donde los precios son equiparables(o superiores) a los del mercado europeo. También debemos sumar los impuestos de la patente de peluquería.


Nada, ya sabía yo que tanto sentido común no me era familiar. El gobierno sigue queriendo hacer como que hace y en el fondo sigue sin hacer nada. Un engaño trás otro, una búsqueda de titulares como si de una modelo se tratara. Maquillaje de cara al mundo.


Por lo pronto mi conocido sigue con su peluquería de fin de semana en el patio de su casa. Con esos truenos, su sueño de negocio propio y próspero se ha quedado en eso. Un sueño.