lunes, 1 de agosto de 2011

Saliendo del ostracismo

Tomada del Nuevo Herald.

He estado sumergida en una especie de ostracismo particular relativo a la escritura. Un mal día me desperté y ya no sentí más el deseo de escribir. Ese día me sentí profundamente decepcionada, no sólo con los cubanos en particular, sino con la humanidad en general. Resulta increíble como nos atacamos desde todos los ángulos posibles como lobos carniceros de diferente manada.

Resultan aún más increíbles nuestras tantas y tantas clasificaciones: “opositores de verdad”/”sociedad civil”/”exiliados de antes”/”exiliados de ahora”/”ciudadanos que luchan desde adentro”/”cubanos que como se han ido, ahora es que hablan”/”marielitos”/”balseros”. Lees artículos por aquí y por allá y puedes terminar asqueado al analizar todos los aspectos que deberían unirnos como nación y no hacen más que separarnos.

La dictadura ha hecho muy bien su trabajo.

Sin embargo, siempre surgen motivos para seguir escribiendo. La escritura es como un virus. Una vez que te infecta, ya no hay manera de librarse. Puede que entres en moratoria, que creas firmemente que el lápiz y el papel no formarán nunca más parte de tu vida, pero tarde o temprano, regresa.

En mi caso, hubiese querido que el motivo fuese otro, que mi regreso hubiese estado marcado por el optimismo o la alegría. Pero no es así. Escribo porque ha muerto un gran escritor. Eliseo Alberto. Nacido en La habana, muerto en el exilio mexicano. Hijo de otro grande, Eliseo Diego, lo cual no le impidió brillar con luz propia.

Este escritor me enamoró y deslumbró con “Informe contra mí mismo”. Ese libro refleja las memorias, vivencias y recuerdos de toda una generación, o dos. Es el retrato crudo y sin matices de lo que han sido nuestros años de revolución, nuestros sueños y decepciones más profundos. Como escribe el propio autor, no es un libro para la cabecera de nadie. Es el informe contra mis padres, mis amigos, mi hermano y contra mí misma.

“Informe contra mí mismo es un libro a favor de lo que amo: mi familia, los amigos, la isla entera. No me propuse una memoria de la historia sino una primera historia de mi memoria. Preciso: la emocionante memoria de los míos. Sobre la experiencia de la Revolución cubana se ha debatido casi siempre en defensa de posiciones extremas. A quemarropa. La razón dicta. La pasión ciega. Sólo la emoción conmueve, porque la emoción es, a fin de cuentas, la única razón de la pasión. ¿Será cierto que la mejor defensa es el ataque? Lo dudo. José Martí nos llamó a una guerra necesaria, sin odios, para alcanzar la independencia, pienso que ahora los cubanos debemos convocarnos a una «paz necesaria», también sin odios, para lograr la concordia nacional. Sé que la publicación de este libro puede molestar a muchos en la isla o en el exilio, las dos orillas del conflicto. En todo caso, pienso que tendrán la opción de no leerlo. Yo tuve la necesidad de escribirlo. Si algún compatriota, en cualquier agujero del mundo, se reconoce en una de estas paginas y se recuerda en mis recuerdos, me sentiré acompañado. Lo único imperdonable es el olvido. Tarde o temprano, los cubanos nos volveremos a encontrar, bajo la sombra isleña de una nube. Hay que estar atentos: el toque de una clave se escucha desde lejos.”

Lo único imperdonable es el olvido.
Descansa en paz.